Año
2000: ¿seguiremos quejándonos?
por Herbert
Mujica Rojas
Muy dentro de nuestras
mentalidades, en los más recónditos parajes, en lo abstruso
del cerebro de los peruanos y de gran parte de los latinoamericanos se
encuentra una forma de mediocre culto al quejido y a la lamentación.
Nos hemos programado para expresar, casi de inmediato, ante cualquier insensatez
(y hay muchas y diarias) los más lastimeros sollozos. Si el señor
Fujimori se lanza a la reelección, invocamos decretos, leyes, reglamentos.
Y ¿acaso esperábamos otra cosa? En lugar de generar cuadros
cívicos, políticos, intelectuales, periodísticos o
como se desee llamarlos, el ay ay ay cotidiano reemplaza los caminos de
la creación genuina y valetudinaria.
¿Porqué
las sociedades civiles no han podido superar los esquemas dictatoriales
que vienen desde arriba? ¿Porqué los partidos en lugar de
ser agencias de empleos bien remunerados para parlamentarios y administrativos
no se dedicaron a entrenar personal de relevo? ¿Porqué se
sigue esperando que las soluciones caigan del cielo o que el dictador o
los de su entorno fallezcan por infartos súbitos y oportunos?
Apenas el 3% de la
población del Perú tiene que ver con Internet. Por eso no
es extraño que en las listas de interés on line, los temas
sean monótonos, grises, absolutamente estupidizantes. Ningun partido
político se ha atrevido a manejar una página web institucional:
¿carencia de técnicos o falta de pantalones?. Los del gobierno
ganan porque saben qué quieren y no dudan en apoyar sus esfuerzos
con cualquier tipo de argumentos. Ocurre que en el país de los ciegos,
el tuerto es rey y para eso no hay respuesta.
Por estas tierras
las grandes corporaciones se manejan como Pedro en su casa. Telefónica
del Perú S.A., cobra lo que quiere y no duda en invertir grandes
cantidades de dinero para fletar publicidad en todos los medios y hasta
una actriz de rasgos vernaculares no duda en asesinar el idioma para complacer
los designios de esta empresa. Es más, Telefónica se ha cercenado
la tilde esdrújula para “globalizarse”. Estos españoles de
nuevo cuño y ceceo disonante no son muy diferentes de aquellos barbados
que llegaron a conquistar y a dar de látigos a los antiguos peruanos.
El interes crematístico es idéntico y los afeites propagandísticos
de modernización son sólo eso: maquillaje para viejas y resobadas
mañas.
Por razones “misteriosas”
vivimos acostumbrados a perder, impávidos ante los dictadores o
los ex-mandatarios inmorales y ladrones. Sólo sabemos olvidar, perdiendo
de vista que esa pseudo cultura nos hunde en los fondos abisales de la
miasma y la patraña.
Entonces ¿qué
hacemos? Primero: desterrar los viejos esquemas conformistas. Segundo:
hacer partícipes del gran cambio a nuestros hijos, esposas y esposos.
Tercero: invocar la sentencia del gran González Prada: rompamos
el pacto infame de hablar a media voz. Cuarto: llamemos a los inmorales,
inmorales y a los ladrones, ladrones. Quinto: incentivemos la educación
a troche y moche. Sexto: recordemos que somos herederos del gran imperio
de los incas y que no hay nada más importante en nuestras vidas
que el llamado del ande. Séptimo: pensemos y abramos las puertas
de Internet a más compatriotas urbi et orbi. Octavo: propongamos
más ideas y tesis.
Para todos nuestros
lectores, para todos aquellos que aspiran a vivir mejor y transitar por
los Caminos de Nuestra Señora la Democracia, un saludo esperanzado
en la aurora de un nuevo año que debe hacernos mejores y más
humanos, entusiastas y no llorosos, portaestandartes de las mejores tradiciones
latinas. |