¡Un milenio más que importa!


EL PERUANO DEL MILENIO

TUPAC YUPANQUI





Sólo comparable a Napoleón, Alejandro Magno, Julio César o Gengis Khan, la enormidad y perfección del estado inca que supuestamente se inicia en el siglo XI, encuentra su apogeo con Túpac Yupanqui. Para los peruanos Túpac Yupanqui es el gran conquistador y el magnífico constructor, es el centro mismo del apogeo de la tradición andina en este milenio. Fue según Guamán Poma:

...Muy gentil hombre alto de cuerpo, y muy gran sabio y muy entonado, paz y amigo con los principales caballeros, y amigo de fiestas y banquetes, amigo de honrar a las mujeres principales, y grandísimo hombre de guerra, enemigo de mentirosos, que por la mentira mandaba matar. 

El resurgimiento de la tradición andina por los incas es el acontecimiento del milenio en Sudamérica. Son los realizadores de quizás la mayor utopía humana, aquella que tiene como elemento medular los fundamentos de la especie, aquella que Pitágoras, Akenatón, los templarios, Bacon y otros utopistas soñaron.

 

El sub-decano de la prensa peruana ha dado muestra este fin de semana hasta dónde puede llegar el colonialismo mental al considerar que una figura mítica extranjera -Jesús- es la figura más influyente del milenio. Para los de estas tierras eso es definitivamente un insulto, especialmente para los herederos de una cultura que derribó a los dioses, que hizo gala de una ciencia y una organización societaria a la cual el mundo todavía no ha llegado. Es como si los romanos hubieran elegido a Atila el huno como el mejor romano o los judíos a Hitler como el mejor judío. Los últimos 500 años son para estas tierras la edad oscura, la opacidad de un turno malo de tiempo. Felizmente la tradición fundamental es permanente y esta segunda mitad del milenio es para una cultura como la andina, un hipo, un desagradable eructo, una flatulencia en una historia de miles de años. Pero también una forma de aprender...¡que es lo que no se debe ser ni hacer!

 
 
EL PERUANO DEL SIGLO

JUAN SIN MIEDO
por Pedro Flecha

El gran hombre que fue Juan Velasco Alvarado, debería ser para los peruanos, especialmente para las nuevas generaciones el símbolo hasta ahora silenciado del hombre probo y valiente.

Fue Juan Sin Miedo el que nos devolvió el orgullo herido. Fue el verdadero inciador de nuestra independencia, fue al igual que Bolívar un gran traicionado. 

Hace pocos meses con la revelación de papeles de la CIA referidos a la época Pinochet en Chile que se llegó a saber que cuando Juan Sin Miedo movilizó las tropas a la frontera con Chile lo hizo porque Pinochet había hundido un submarino peruano, razón suficiente para una acción de fuerza por parte del Perú. Sin embargo otra vez el poder imperial americano y el Vaticano se aliaron para que sus súcubos locales traicionaran a este gran hombre.

Fue Juan Sin Miedo el que rompió el espinazo de la oligarquía criolla, el que negoció de igual a igual con las transnacionales sin ceder un ápice de soberanía y construyó minas y campos petroleros, oleoductos e industrias. Fue este hombre el que devolvió el orgullo a los peruanos. 

Fue quizás en toda la historia del Perú republicano el único que no fue sirviente ni de intereses ni de temores. Encarnó lo mejor de la tradición andina y como ella misma fue traicionado. Hoy día no se le quiere recordar porque recordarlo es sentir una enorme verguenza, aquella que por nefasta herencia cristiana y española nos hace ser una payasada de cultura:  autodestructiva, envidiosa y cobarde.

En términos caballerescos fue como un templario solitario en medio de una conspiración de hospitalarios, fue nuestro Jacques de Molay, traicionado y asesinado. Como el templario, lo que logró para todos ha sido cedido, prostituido y servido de alimento para los gusanos de una nueva oligarquía cobarde y vendida, para un nuevo coloniaje que ha restaurado la mediocridad, el miedo  y la cobardía.

Pero este es un país muy viejo y como decía Nietzche las situaciones caóticas siempre generan estrellas fulgurantes...

Ansiosos por esa estrella, Juan Sin Miedo esta todavía vivo, cobijado en nuestros recuerdos.