La verdad del fin del monopolio de TdP!
Redacción central de AILA
El gobierno peruano se metió en camisa de once varas al creer que podía manejar con prejuicios las negociaciones con la Shell. A pesar que contaba con esa importante inversión sus comisionados erraron los disparos por todo lo alto y el asunto está como está: paralizado y con una profunda quiebra de la imagen del Perú como campo propicio para la inversión. El absurdo destilado por fuentes allegadas al régimen de que a rey muerto rey puesto, no se cumple de manera tan simple: la Shell es una de las empresas gubernamentales más grandes del mundo y ninguna otra de su volumen querría estar en su pellejo desgastado por años de esperanzas. Hoy todas frustradas, con más de 40,000 personas que se van directamente a la calle sin trabajo.

En la frontera norte el asunto con Ecuador persiste en mostrarse como espinoso. La habilosa posición ecuatoriana ha sido siempre la misma: ganar tiempo, presentar al Perú como el gigante agresor y no moverse gran cosa de su inicial postura ortodoxa, terca y obediente a los dictados de una plutocracia militar cuyo negocio es hacer la guerra para mantener sus privilegios y la gran mamadera. Aunque el pueblo, sigue siendo el eterno convidado de piedra, allá como acá, pagando todo, sufriendo todo y aguantando estoicamente los innumerables impuestos. Así lo está comprobando el flamante presidente Mahuad y Troya está que arde. Su discurso inaugural resultó en invocaciones muy interesantes pero poco practicables. Recuérdese: en Ecuador, la pezuña militar ha puesto su huella desde hace tiempo y como en la comedia de Jacinto Benavente, casi nada se puede hacer contra los intereses creados.

En la política interna, Javier Valle Riestra constituyó un saludo a la bandera en su estilo flamígero, verbalístico pero acaso, lamentablemente, un elemento de distracción. Vapuleado por la mediocrísima bancada parlamentaria de Cambio 90, de encontronazo en encontrazo, JVR, comprobó que del dicho al hecho hay un largo trecho. Ni Fujimori creyó en él un sólo día, ni se le dio la posibilidad de reformar una tendencia autoritaria creciente y que es precisamente el elemento que da matiz al gobierno de Fujimori. Sin pena ni gloria, abucheado por sus antiguos amigos y detestado por los gonfaloneros serviles del gobierno, JVR, pertenece ya al cementerio de los políticos nacionales.

Poco a poco, al margen de la oposición y a pesar de ella, sectores estudiantiles y gremiales han ido ganando las calles en protesta contra el gobierno. Los partidos continúan pálidos y sólo el esfuerzo meritorio de la colecta de firmas para la gestión del referéndum por el Foro Democrático ha reivindicado a figuras políticas forjadas en las décadas del 80 en adelante. Obviamente las leguleyadas del gobierno para entrampar esta posibilidad de una derrota no se han hecho esperar. Hasta hoy no está claro el proceso de verificación de la cantidad de firmas entregadas a la ONPE y además ésta acaba de admitir un recurso en virtud del cual, todo pasa a manos del Congreso donde el partido del gobierno tiene mayoría sumisa y borrega.

Las inversiones mineras, los megaproyectos tan cacareados, no han encontrado un correlato de realidad. Hay temor porque la estabilidad jurídica reinante en el Perú no brinda confianza. La titularidad de muchos denuncios mineros está en posesión de dos o tres dueños. Y no ha mucho el asesinato de Luis Hochschild el día en que se inauguraba el Simposio Internacional del Oro, con representantes de diversos países en Lima, constituyó un severísimo golpe a la imagen de seguridad interna existente.

En este contexto es que aparece la noticia de que ha terminado el monopolio de Telefónica del Perú. A poquísimos días que esta empresa, integrante de un consorcio poderoso con MCI (la segunda en Estados Unidos y hace pocos días denunciada por usuarios norteamericanos por sobre facturación- ver CNN) y otras empresas menores de Portugal, comprara las más importantes firmas de telefonía en Sao Paulo y Río de Janeiro con una inversión de casi 20,000 millones de dólares.

La avanzada de la que los españoles de Telefónica son el mascarón de proa, responde al nuevo comportamiento de las grandes empresas mundiales que han puesto mucho cuidado en los sectores en que direccionan sus inversiones y en la forma y con quienes lo hacen. La figura del gringo imperialista, antipático, simplón pero con dinero ya es parte del pasado. En cambio la presencia casi clandestina de los íberos (nunca se juntan con los funcionarios peruanos y además ganan sueldos fabulosos) resulta en el ariete fundamental de este cambio de máscara. Los españoles son, igual que ayer, insolentes, déspotas, autócratas. Y para ello cuentan con los gárrulos y venales peruanos con alma de Felipillo. Más papistas que el Papa, estos sujetos se encargan como buenos hueleguisos de cuidarlos, de darles protección, de cubrir sus actividades ilegales de exacción y complicidad a todos los niveles. En oportunidad del paro de meses pasados, uno de estos personajes se encargó de minimizar la acción cívica, de restarle importancia, pero lo curioso fue que nadie entendió porqué si no la tenía en grado sumo, salió para decir en todos los medios de información que el paro no los había afectado!

El supuesto fin del monopolio de Telefónica del Perú S.A., obedece a un pacto puntual: los españoles o, mejor dicho, los intereses que esta empresa representa le dan al gobierno de Fujimori un respiro económico con inversiones de redituación más o menos rápida y cuya negociación se llevará a cabo básicamente con papeles en la bolsa, pero ellos tienen ya el manejo casi total de este vital servicio que es la comunicación. Si usted no está de acuerdo, simplemente, le cortan la línea si no paga. Y si protesta hay un organismo que se llama Osiptel que tiene miles de quejas irresueltas. Sin embargo, las llamadas fantasmas que TdP coloca en sus recibos, las de larga distancia nacional e internacional, le proveen a esta empresa de miles de dólares diarios, porque la gente no se atreve a impugnar las facturas sobre dimensionadas.

Hemos entrado a la etapa de la propaganda masiva y millonaria por todos los medios de comunicación. Se abruma a los lectores y televidentes con mensajes puntuales y subliminales que aún no se pueden comprobar: los costos han bajado, la revolución comunicativa, autos de regalo y entonces el fenómeno de inundar el cerebro de los peruanos se asocia al fin del monopolio y sus supuestas bondades. La pregunta es simple: si con el monopolio habían costos y sobre costos y ahora los bajan, quiere decir que hasta hace pocos días estábamos pagando sinecuras y precios injustos que SI podían bajarse? No es sino parte del razonamiento. ¿Porqué ahora sí pueden bajarse los precios? ¿Y hasta hace pocos días no? Si es la misma Telefónica del Perú S.A. O ¿estamos ante una clara maniobra de dumping? ¿Bajar y subir los precios a discreción?

Sin embargo, el problema del Perú es aún más grave. El peruano actual, en su inmensa mayoría menor de 20 años, desconoce el país. No tiene la menor idea de la historia, de sus personajes, del fenómeno que hace 500 años o más, representó la invasión europea y la conquista a sangre y fuego de lo que aquí fue una civilización antigua, muy antigua. En los colegios no aprenden básicamente nada de cultura cívica o histórica. En las universidades la fiebre tecnocrática ha ganado las aulas y en lugar de ser recintos de creación heroica de la ciencia y la peruanidad, estas instituciones, que hoy proliferan, botan cada año tecnócratas de dudoso profesionalismo. Así, cuando hay que cantar el himno nacional, es una minoría la que lo hace si es que lo sabe. Obviamente, cuando los límites del Perú son agredidos sistemáticamente, estos peruanos no entienden porque no sienten la tierra y menos poseen el espíritu nacional que los identifique con la tierra que los vio nacer.

Los medios de comunicación escritos, radiales y televisivos admiten en sus contextos basura hedionda y ramplona. Los niños asimilan no mensajes positivos, enaltecedores y constructivos, sino sospechas de cómo robó el ministro tal o cual; insultos hacia los personajes públicos que son cualquier cosa menos paradigmas de comportamiento transparente. En el Perú, tenemos un ex presidente sospechoso de ser un vulgar ladrón. Los pocos programas dignos tienen poca lectoría o sintonía, salvo la excepción del que dirige César Hildebrandt porque es casi el único espacio donde se puede opinar y decir verdades.

En consecuencia, el problema del Perú es un intríngulis de carácter formativo, cívico. Deformado por mensajes que ensalzan lo foráneo, invadidas nuestras casas por propaganda en la que los rostros blancos predominan, hemos desarrollado un sentido despectivo hacia los naturales de nuestro país. Hoy más que nunca se cholea a diestra y siniestra. Y este fenómeno de acérrima debilidad cultural, es aprovechada por empresas como Telefónica que se apoderan del espectro informativo con inversiones millonarias. Después de la cerveza, la publicidad de Telefónica del Perú en radios, canales y periódicos es la más importante.
 

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