La
faz oculta del Banco Santander
por Gema Castellano
No cabe duda de que
el matrimonio de conveniencia entre Botín y Amusátegui, -bendecido
por el gobierno Aznar-, ha revolucionado el mundillo de las altas finanzas
español, y como si de las nupcias entre los herederos de dos feudos
se tratara, -los del pueblo llano deben echarse a la calle inundados de
alegría entre grandes celebraciones, aún cuando este apaño
no vaya a reportarles nada, so pena de ser tildados de agoreros o traidores
a los intereses nacionales.
Así pues,
los unos por hipocresía, los otros por absurdo miedo de apartarse
del buen árbol que cobija y los más por puro peloteo, -todos-,
han participado en el carnaval eufórico de la fiesta post nupcial,
contagiados por los medios de comunicación, los discursos sobrecogedores
de los recién casados y las subidas en la bolsa, de la misma manera
que uno se alegra de que al vecino le haya tocado el Gordo de la lotería,
-aunque no lo reparta contigo. ¡Y porqué no decirlo! ¡Claro
que el pueblo se alegra de que las altas finanzas vayan bien!
¡Claro que
nos alegramos de que nuestros bancos se coloquen a la cabeza en Europa!
¡Por supuesto que celebramos que el gobierno se beneficie y haya
propiciado tan magno matrimonio! Pero ¿porqué será
que cuanto más se afianza la macroeconomía, los del pueblo
nos vemos obligados a ajustar nuestra microeconomía, y soportar
puestos de trabajo de pésima calidad, sometidos a continuas regulaciones
de empleo, jubilaciones anticipadas y trato vejatorio?
¿Porqué
mientras las familias Botines, Amusáteguis y otras son cada vez
más ricas, y las familias Pérez , Gómez o Sánchez
son cada vez más pobres?
¡Y pensar
que no serían nada sin nuestros precarios ahorros, colocados en
inciertos planes de pensiones que vete tu a saber dónde estarán
invertidos, a que gobierno habrán ayudado a ganar las elecciones
o qué y a quién habrán ayudado a comprar!
En el Centro
de Cálculo del todavía Santander, -conocido en la corporación
como Dirección de Tecnologías y Sistemas (DTS)-, trabajan
actualmente unos 1.500 empleados, de los cuales unos 800 son empleados
del banco y el resto es personal subcontratado a empresas de servicios.
Las normas que rigen la relación entre estos empleados y el departamento
de Recursos Humanos no están escritas, sino que tácitamente
los jefes imponen un reglamento a cumplir, que no admite errores.
El incumplimiento de alguna de estas sutiles consignas, supone que la vida
laboral del empleado se convierta en un infierno. Se podría decir
que la situación laboral idónea es la de pasar desapercibido,
ya que el hecho de que un jefe se pare ante un trabajador y le emita una
de estas consignas, puede suponer el entrar en la lista negra del Santander.
Ejemplo de consignas:
Tu vives muy bien ¿no?, ¿a qué hora te marchaste ayer?
Esto significa que el trabajador está haciendo muy pocas horas.
Es decir, comenzó su jornada a las 8h y la terminó a las
19h, por tanto debe enmendar su error sin tardanza.
“En el ACI meted
sólo 8 horas”. El ACI es el programa de control de tiempos para
el desarrollo de proyectos, que hay en el Centro de Cálculo. Invierta
las horas que invierta un trabajador en desarrollar un proyecto, sólo
puede imputarse ocho. Siendo corregidas por un jefe si ha marcado las verdaderas
o controlado para que no lo haga.
“En la evaluación
no pongáis que habéis trabajado para el proyecto EURO”. El
departamento de Recursos Humanos realiza una evaluación anual del
desempeño de cada trabajador. En ella se plasman los proyectos en
los que el empleado ha trabajado y poco más. Si tenemos en cuenta
que estos empleados llevan varios años preparando el banco para
el Euro y en algunos casos ha supuesto el 80% de la dedicación,
¿qué se supone que van a poner en la evaluación?.
Al parecer al banco le conviene plasmar que son empresas de servicios las
que realizan estas tareas, con el fin de justificar gastos.
Un superior se cruza
con un trabajador por un pasillo, y pese a verlo no lo saluda. Puede significar
que no lleva traje y corbata, que tiene el pelo largo a su juicio, que
pertenezca a una empresa de servicios, -en cuyo caso su categoría
es la de sub-esclavo-, o que ya ha sido catalogado como non grato entre
los jefes. Para que un empleado sea catalogado de non grato no hace falta
mucho. Basta con que tenga la manía de dedicar cierto tiempo a su
familia, -tiempo imprescindible para el banco-. Si el trabajador es soltero
y lo que desea es dedicar su tiempo libre a sus aficiones, la cosa se pone
peor. En este caso se le cataloga de vago, no sin antes ser amenazado con
el despido o el veto a su promoción. ¿Pero qué promoción?
Se supone que una promoción se estudia en base a los servicios prestados
a la empresa o banco. Si tenemos en cuenta que el empleado no puede enumerar
los proyectos en los que ha trabajado en su evaluación, difícilmente
podrá optar a promoción alguna.
Ser mujer y pretender
alcanzar un puesto directivo en el Santander, es como ser internauta y
pensar que Telefónica va a aprobar una tarifa plana de 1000 ptas
al mes. Este ambiente tan distendido y vanguardista, en el que los empleados
del Centro de Cálculo del Santander se desenvuelven como pueden
durante horas interminables, tiene una rúbrica de lujo.
Edificios hiper viejos,
-excepto el construido hace cuatro años dedicado a la dirección
y a proyectos estrella-, hacinamiento, insuficiencia en la aireación,
excesivo calor o frío y falta de luz natural. Pero eso sí.
Tienen a su disposición unas cuantas colchonetas en un sótano
al que llaman gimnasio, -para que se mantengan en forma- , y una máquina
de sándwiches con la que se saca un sobresueldo el jefecillo de
turno, para que no pierdan el tiempo en desplazarse a la cafetería
más cercana.
La situación
sindical el Banco de Santander no deja de ser curiosa. En el Centro de
Cálculo, -al que nos estamos ciñendo en este
artículo-, los sindicatos presentes son tres. UGT con tres representantes,
CCOO con dos representantes y el FITC (Federación Independiente
de Trabajadores del Crédito), -engendro curioso, con un buen número
de representantes -. El “ Sindicato Amarillo”, -sobrenombre con el que
se conoce al FITC-, está constituido por la banda conservadora del
banco, y obviamente, es el sindicato apoyado por la dirección.
Pertenecer a CCOO
o UGT, supone con absoluta certeza para un trabajador jubilarse con el
salario que tiene en estos momentos, si antes no ha sido despedido bajo
acusaciones de sacar información a la prensa. Así pues, por
temor al despido, la fuerza que estos dos sindicatos hacen es prácticamente
nula.
El salario de los
empleados consta de varios conceptos. Sueldo base, trienios, y complemento
voluntario. Este último supone en torno a un 35% del total del sueldo,
por lo que si el trabajador se niega a realizar horas extras en exceso,
lo primero que desaparece es el complemento. ¿Quién puede
mantener el poder adquisitivo si resta a sus ingresos el 35%de su salario?.
Los niños
malos del Santader son ingresados en el CAST. Este departamento que ha
sustituido al antiguo cementerio de elefantes, -lugar donde nunca había
nada que hacer, provocando la ansiedad de la víctima que intentaba
escapar de alguna manera, generalmente presentando la dimisión en
el banco-, es algo así como un centro de asistencia a sucursales
y destino ineludible de los non gratos, que debido a la imposibilidad de
realizar un trabajo que no conocen deben pedir el traslado, en cuyo caso
RRHH les ofrece o la sucursal del ultimo lugar de ninguna parte, o el paro.
Seguir una línea
de actuación, es todo un reto en el Centro de Cálculo del
Santander para un empleado. El Centro ha cambiado siete veces de director
en diez años, con el agravante de que ninguno de ellos ha seguido
las directrices del anterior, por lo que los descalabros de adaptación
del personal al nuevo dirigente, así como los tecnológicos
u operativos son tremendos. El clima de desánimo que se palpa en
este centro en estos momentos, solo es superado por el miedo a despido.
Barajado por la dirección con insistencia, a favor de los informáticos
del Banesto.
En lo que se refiere
a los trabajadores del Santander de ultramar la situación no es
menos penosa. Cuando el Santander se retiró parcialmente del mercado
latinoamericano, los empleados oriundos fueron despedidos según
el estricto cumplimiento de las leyes de cada país, y los desplazados
fueron repatriados a algún puesto más o menos adecuado.
No obstante, los desplazados suelen ser jefes, por lo cual no tienen problemas.
En diciembre de 1998
el Santander convocó elecciones sindicales con tres candidaturas.
El FITC, UGT y CCOO. La Federación Independiente de Trabajadores
del Crédito ( FITC), está compuesta en un 70% por jefes
de primera, segunda y tercera, -las tres máximas categorías
de jefatura en banca, antes de llegar a las direcciones generales-, claros
representantes de la derecha más intolerante que sale de la banca,
apoyada por la patronal. Pero esta es la cara oculta del Santander. Ese
perfil feo que se oculta a la cámara para no perder audiencia y
que importa a muy pocos.
El Santander, -que
todavía conserva la “de” entre banco y Santander, en su sede del
Paseo de Pereda de dicha ciudad, como queriendo tener bien presente
sus orígenes-, nos mostraba su perfil perfecto durante 1998, batiendo
todos los récords en el primer semestre del año, y
alcanzando los 81.970 millones de pesetas de beneficios. El 37% más
respecto al mismo período del año anterior. Los objetivos
eran claros. Mejorar el ratio de eficiencia y convertirse en el banco más
valorado en bolsa. Nadie puede saber si el tercer objetivo era su sonada
fusión con el BCH, pero esta cabriola, puede considerarse como toda
una exitosa operación de cirugía estética. A día
de hoy nadie se atreve a encontrar ningún perfil poco agraciado
en este coloso, al fin y al cabo los trabajadores sólo son meros
productores y el pequeño cliente presunto ahorrador, al que se le
contenta a base de sorteos de coches y viajes al Caribe.
Y es que hemos hablado
del Santander; pero esta problemática bien podríamos haberla
encontrado en otros como Telefónica, ya que el handicap es coyuntural.
La incapacidad del
gobierno para la creación de empleos de calidad, -así como
su falta de voluntad a la hora de exigir a estas macroempresas o superbancos,
que cumplan con la normativa laboral y los derechos del trabajador-, unida
a la gran cantidad de cerebros y mano de obra disponible, hace que el empleado
se subestime de tal manera, que llega a pensar que incluso debe dar las
gracias por tener un puesto de trabajo.
En cualquier caso
quizás deberíamos ser menos conformistas y pensar que a grandes
males grandes remedios. Porque tal vez la solución esté en
nuestras manos. |