¿Conocen
el Perú los peruanos?
por Herbert
Mujica Rojas
10-1-2000
Un lector, refiriéndose
al artículo príncipe del 2000 y que fuera publicado en la
edición pasada, preguntó con sarcasmo por mi autoridad moral
para hablar acerca de los peruanos. Es más, también inquirió
por mi nacionalidad y, no contento con ello, afirmó que debía
volver al país de origen, porque aquí en el Perú no
tenía lugar.
Para nadie es un
secreto que en los últimos lustros la poca identificación
del peruano con su país y su historia (la poca que alguna vez hubo)
se esfumó para llegar a niveles fantasmales. A ello contribuyeron
no poco los gobiernos inmorales plagados de fugaces pillos y saqueadores
del erario fiscal que luego tomaban las de Villadiego. Las consecuencias
no pueden haber sido más catastróficas.
Los mitos, tradiciones
e historia (reseñando un título caro a Raúl Porras
Barrenechea) pasaron al nivel de la inconsistencia, al arcano vulgar de
recordación episódica. El nuevo discurso globalizante empuja
al esfuerzo tecnológico, frío y matemático, rentable
y materialista. Es decir, los nuevos peruanos, diz que entienden y manejan
esquemas de futuro con el cual garantizan la vida de su entorno familiar
y profesional. Sin embargo, subsisten en cantidades aterradoras gruesos
sectores de la población muy por debajo de los límites de
pobreza crítica, sumidos en el hambre que no sólo inhibe
de alimentación, sino que también cercena el acceso a sistemas
de salud, educación, vivienda, anhelos e ideas de progreso como
país.
Muchos de nuestros
líderes empresariales y jóvenes ejecutivos son conocedores
eximios de Nueva York, Miami, Denver o Chicago, así como de Londres,
Madrid, París o Roma, pero jamás pisaron La Victoria, Comas
o Villa El Salvador. Son capaces de conmoverse con la tragedia que encarceló
por casi tres décadas a Nelson Mandela pero practican el profundo
desprecio por el hombre y la mujer del ande que arrastran una pesada cruz
cultural y racial por casi 500 años.
Me pregunto qué
explicación darían a lo ocurrido en Huánuco cuando
familias enteras se enfrentan con el saldo repudiable de más de
una veintena de muertos (entre ellos mujeres y niños). Es decir,
la globalización no entra en el ande, la propiedad privada no cuaja
en el Perú profundo. ¿No estaremos produciendo un gigantesco
apartheid en el Perú? ¿Se acuerdan de Uchuraccay hace casi
dos décadas? Aquello fue una señal de alerta. ¿Cuántos
Huánucos queremos que se produzcan en el resto del país?
Y el desorden es
pavoroso. Basta con ganar en dólares o tener dinero para proclamar
su inscripción en el mundo “decente”. Es decir aquel en el que el
uso de las tarjetas de crédito constituye signo de status. Además,
la “blanquización” (neologismo de inevitable uso) pasa por la afiliación
a algún club social importante y el pago por la compra del título
de acciones que casi siempre no baja de los US$ 10,000. Dicho sea de paso:
a los niños hay que ponerlos en colegios caros a los que se accede
por dinero aunque (ocurre con frecuencia) los niños sean pasto del
más absoluto cerco de indiferencia por los hijos de otras familias
que a las nuevas tildan de huachafas o nuevos ricos.
Lo ocurrido desde
la llegada de los invasores ibéricos hasta nuestros días
constituye algo casi sin importancia. Alguna vez uno de estos ejecutivos
de nuevo cuño me “ilustró” por la razón del nombre
de la calle 15 de enero en San Antonio, Miraflores. ¡El sabihondo
me “enseñó” que la misma había sido bautizada así
en honor a una lluvia intensa ocurrida en los años 70! A pocos metros
de los reductos en que se combatía contra el invasor chileno en
el siglo pasado un mozalbete se atrevía a hacer gala de su palurda
ignorancia.
Ha poco en Trujillo
me topé con una dama que escuchaba aterrada los relatos acerca de
cómo en julio de 1932 (hace 68 años), la aviación
peruana bombardeaba la capital liberteña. Nunca había oído
nada acerca del estallido social revolucionario más importante del
siglo XX en el Perú. Tampoco daba crédito a que los fusilamientos
masivos se habían perpetrado en Chan Chan. Aquella tarde, esa persona,
descubría algo del Perú oculto.
Para otros, la historia
comienza con sus mandatos. Auto investidos de poderes celestiales advierten
que la historia tiene un precio para continuar: su presencia en el poder.
Detrás de esas monsergas hay aparatos informativos de claros propósitos
confusionistas y turbios. Las mafias, la blanca y la negra, pugnan por
esparcir el veneno del caos entre todos los sectores y en uno de ellos
–la oposición- genera confusiones y torpezas al por mayor.
Entonces, pueblo
que no conoce su historia, vuelve a cometer los terribles yerros que le
condenaron a la postración y a la humillante pobreza material y
espiritual. Ese es el caso del Perú de nuestros días.
En cuanto al humilde
suscrito, sólo puedo afirmar que nací en El Callao y estudié
en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Conozco gran parte del
Perú y viajo cada que puedo al interior encontrando siempre nuevas
lecciones del Ande y de sus propuestas fundamentales ambientes en sus cerros
y quebradas. Por lo dicho, peruano nací y así seguiré. |