La
telaraña de los intereses non sanctos de Telefónica en Perú
por Gema Castellano
Cuando la corrupción
se convierte en un modus vivendi dentro de un estado, una nación
o un continente; la pobreza, la miseria, la represión y la pérdida
de la dignidad humana, aparecen como enfermedades crónicas de difícil
tratamiento y lenta pero dolorosa agonía para el cuerpo y el
espíritu de
los que las sufren.
La tela de araña
minuciosamente tejida por los intereses creados, en una carrera sin fin
del absurdo poder por el poder, es tan tupida, que ni los propios artífices
del tapiz pueden dejar un hilo suelto sin el peligro de ser devorados por
tan repelente animal, que sigue y sigue tejiendo sin medida hasta que lo
atrapa todo. Los hay que no han podido resistir ver la monstruosa cara
de ese arácnido, y por eso han preferido quitarse la vida. También
los hay que ven en ese rostro el reflejo de sí mismos, y cual Narciso
enamorado de su propia persona, cuyas cualidades le parecen rebasar lo
humano, se acogen a una inmunidad que los defienda de esa chusma de terrenales
desagradecidos.
¡En fin! Tanto
los unos como los otros tienen relevos que, aún cuando saben de
la suerte de sus antecesores, siguen alimentando la corrupción y
tejiendo la maraña que un día les ahogará, pero que
piensan pueden controlar, y que hace que la humanidad pierda la esperanza
de poder vivir en dignidad.
Ayudas económicas
a personas masacradas por la desgracia de no poseer habitáculos
e infraestructuras que les defiendan de fenómenos naturales adversos,
y arrancadas de los bolsillos de otras no mucho más privilegiadas
por la fuerza de la solidaridad, que jamás llegan a sus destinos.
Madres y esposas cubiertas con pañuelos blancos, empeñadas
desde hace décadas en saber dónde están sus hijos
y maridos. Regimientos de niños malformados por el hambre y la miseria,
escondidos por la vergüenza de sus propias familias o más sanos
enganchados a las armas.
Hombres honestos asesinados a sangre fría o condenados a huir de
su patria por el simple hecho de creer en la justicia social y más
y más, son el espectáculo que nos ofrece Centroamérica
o Latinoamérica a punto de comenzar un nuevo milenio.
Detrás de esta
pesadilla social hay gobiernos corruptos, comprados por el gran capital
de ámbito mundial y avalados por la represión brutal contra
el ciudadano, así como tolerados por la justicia internacional y
respetados por la falsa demagogia de países supuestamente democráticos
que, amparándose en la no incursión, encuentran una excelente
excusa para que el círculo se complete. ¿Quién mueve
realmente los hilos de las marionetas que dirigen estos países,
y a cambio de qué, éstas traicionan a su pueblo?
¡Qué
bien estábamos cuando estábamos mal! Es el dicho, tras suspiro,
del pueblo peruano, que en un 80% odia a Telefónica, refiriéndose
a cuando ésta todavía no había puesto sus ojos
en ellos. Y es que esa globalización de la que Aznar se jacta y
nos vende como salvadora de nuestra economía, está costando
muy cara a los ciudadanos de Perú, Argentina o Brasil, y me atrevería
a afirmar que a nosotros también.
No se puede confundir
inversión con especulación, ni cooperación con reconquista.
Las huestes aznarianas, Telefónica, BBV, Santander, Mapfre y demás,
cruzaron el Atlántico al más puro estilo de Pizarro o Cortés,
y manual del conquistador en mano, asentaron sus campamentos dejándolos
al buen recaudo de subalternos de poca monta y menos ética, que
viven en estos países al estilo del nuevo rico, practicando un abuso
de poder sin límites sobre el usuario y los trabajadores allí
contratados y siempre defendidos y protegidos por un sistema policial y
un estado comprado por estos grandes capitales, que en todo momento actúa
en contra de su propia gente.
Mientras tanto, los
intocables, esos que siempre dejan el trabajo sucio a éstos otros
a los que si tercia utilizan como cabezas de turco, se dedican a firmar
acuerdos a alto nivel con grupos de más que dudosa reputación,
-como en el caso de las alianzas firmadas por Telefónica con el
grupo que controla el mayor banco de Perú, bajo sospecha de estar
vinculado a varias mafias internacionales, o MCI, segundo operador mundial
y socio –accionista de Telefónica, que avaló la privatización
en Brasil y que tiene miles de denuncias penales en EEUU por sobrefacturación-,
con la excusa de que así podrán conocer mejor la psicología
del cliente potencial en estos países. ¡Como si eso les importara
algo!
¡Presuntas dudosas
compañías con las que se alía nuestro monopolio!.
¿Estarán sus pequeños accionistas, esos que depositan
sus pequeños ahorros y la seguridad de su futuro en una empresa
que gasta miles de millones en publicitarles una imagen inmaculada, de
acuerdo con esta política?
Por el momento los
que tengan menos escrúpulos están de enhorabuena. Telefónica
del Perú ganó el año anterior 60 millones de dólares.
¿A costa de qué? Trabajadores mal pagados y usuarios presuntamente
estafados. Todo esto unido a la carencia de inversiones en la implantación
de líneas, que se han sustituido por el regalo de móviles
que sólo reciben llamadas -por lo que el que llama desde un teléfono
fijo a estos móviles pasa de pagar 0,03 dólares a 0,30 dólares
por minuto-, y la instalación de centrales y cabinas de segunda
mano que han hecho pasar como nuevas, el negocio es más que rentable.
Si a esto sumamos
que el dinero de la privatización no aparece por ninguna parte,
-coyuntura que hace presuponer a los más susceptibles que no se
ha abonado o que se ha entregado una garantía supeditada a que Fujimori
gane o no las próximas elecciones-, deberemos reconocer que la astucia
de Villalonga no es superable ni por el más sesudo estratega dedicado
a las malas artes.
¡Pero el barco
empieza a hacer aguas! Y antes de lo que nadie podía prever. Para
los ciudadanos de Perú es más importante recuperar su dignidad,
su identidad y su libertad que el hecho de hablar por teléfono.
Telefónica, así como los demás conquistadores, no
han hecho más que reavivar, con su actitud aniquiladora, las cenizas
de un rencor autóctono que jamás nos perdonó el haber
borrado de un plumazo 30.000 años de historia. Llegaron con la misma
mentalidad de cinco siglos atrás; la consecución del Dorado
aún a costa de una cultura. Pero ya no hay Dorado.
Nuestros antecesores
acabaron con todo y no dejaron más que pobreza y rencor. Memoria
histórica que reclama justicia histórica. Una memoria que
los poderosos pierden, pero que permanece muy viva en la consciencia colectiva
de países una y otra vez conquistados y cada vez más empobrecidos.
La solidaridad y la
inversión transparente en estos países es un deber que no
podremos cumplir sin la adecuada información. Los grandes especuladores
han basado su poder en la manipulación de la información,
y en la implantación de una sociedad de la desinformación
que nos ha sumido en la más absurda de las ignorancias con respecto
a sus actuaciones al otro lado del Atlántico. Lo que no ha sido
más que corrupción no los han vendido como legal, oportuno
y caritativo.
Ahora entramos en
la sociedad de la información. La comunicación que transmite
información verídica y exacta y que devuelve al pueblo el
poder que otorga el estar informado. Esto es con lo que ellos no han contado,
y será lo que acabe con ellos.
Una vez masacraron
un continente y la historia nos los presentó como héroes.
Ahora, gracias a una sociedad informada, sabemos que su nueva conquista
no es más que abuso, corrupción y desprecio por lo autóctono,
como lo fue la anterior. ¡Esta vez se han equivocado de época! |