Así
nos analizan desde España, refiriéndose a Protocolo de Río-1942
Perú-Ecuador:
torpezas reabren cosas juzgadas
por
Gema Castellano
El antiguo conflicto
fronterizo entre Perú y Ecuador, supuestamente zanjado con el Protocolo
de Paz, Amistad y Límites de Río de Janeiro, firmado en 1942
y avalado por los países garantes -Brasil, Estados Unidos, Argentina
y Chile- se ha reabierto por los Congresos de estos países, de una
manera contundente en estos últimos días y también
-justo es decirlo- debido a la ineptitud de la cancillería peruana
de no lograr el cumplimiento de colocación de los hitos que delimitarían
finalmente la frontera y a la mañosa y pertinaz actitud del gobierno
de Ecuador de deshonrar el compromiso adquirido ante el mundo en general
y los países garantes en particular desde hace más de 50
años.
Lo que según
Perú se solucionaría simplemente realizando la demarcación
de un pequeño tramo de la frontera común ya delimitada, ha
sido elevado a cuestión de estado por Ecuador, su presidente -Jamil
Mahuad- solicitó y obtuvo acuerdo del Congreso para que, ante la
imposibilidad unilateral de cumplir con los tratados y normas que rigen
este conflicto, sean los países garantes los que presenten fórmulas
que permitan avanzar, de manera definitiva en el problema, denotando la
supuesta existencia de un conflicto territorial entre Perú y Ecuador
y aceptando la vigencia del Protocolo de Río de Janeiro, pero también
su inejecutabilidad parcial, por lo que deberá comenzarse un proceso
de negociación, por no obtenerse acuerdos en la determinación
del límite en el terreno en la parte suroriental.
Esta decisión
de Ecuador, que ha sido acogida por el pueblo peruano como
una barbaridad que
cobra visos de una auténtica burla en contra de los
países garantes
y del Perú, ha provocado más repulsa, aún si cabe,
del
pueblo peruano hacia
su gobierno y su presidente, Fujimori, que ante la incapacidad de hacer
cumplir los tratados, ha adoptado la misma actitud que Ecuador. En medios
limeños sumamente informados se especula que
Estados Unidos no
quiere un nuevo Kosovo en Latinoamérica, por lo que presionó
para que los Congresos de Perú y Ecuador opinaran sobre acuerdos
que nadie conoce y dejando en manos de los garantes la supuesta solución
del asunto.
Y en cuanto al peligro de una guerra si no hay solución o que el
armamentismo continúe precisamente por la situación en el
norte peruano, se dice que el riesgo radica en que Chile -que ha invadido
Perú con inversiones de todo tipo y que controla incluso la energía
eléctrica- se alíe con Ecuador, país al que el hoy
recluso Pinochet llamó segunda patria. Este es el temor genuino
que impele a que Perú deba seguir comprando armas, porque es en
el sur donde está el peligro.
En torno a las inversiones
hispanas, Telefónica y bancos, es muy claro que éstas no
corren ningún tipo de peligro por el momento. Estas avalan al gobierno
en muchas cosas y controlan las telecomunicaciones, pero estas situaciones
son impredecibles y tendrían que ver más bien con un estallido
social de carácter incontrolable.
En Perú se
comenta cada vez con más fuerza que Fujimori está muy enfermo
con un cáncer terminal y que pretende dejar el poder con un supuesto
problema -Ecuador- solucionado. Estaría dentro del estilo japonés
que considera que la muerte es un tránsito, pero que demanda de
hechos honorables. El autoritarismo de Fujimori le ha granjeado antipatías
y ya ha perdido las calles. La desgracia es que la oposición es
muy ineficiente, poco imaginativa y sumamente intelectual, pero el pueblo
está al límite del aguante. Nadie sabe qué puede pasar.
Acosados por el norte
y el sur, destinados a vivir bajo un sistema
represivo, sumidos
en la más absoluta de las pobrezas y comprados por
capitales extranjeros,
los peruanos tarde o temprano reivindicarán sus
derechos como nación
independiente y libre, aun a costa de chantajear a un todopoderoso como
los Estados Unidos, obligándole a invertir -si hace falta en un
plazo de cien años- miles de millones de dólares a
cambio de dejar intacta la Amazonía, que bien podrían convertirse
en campos de cultivo después de la tala salvaje de árboles,
en la solución drástica para que esta nación pueda
comer y desarrollarse.
En cualquier caso,
ni la situación política ni social -excluimos la
económica-
convierten a Perú en un paraíso para inversiones especulativas
del tipo que está realizando Telefónica. No ponemos en duda
que sea negocio invertir en estos países, pero no debemos olvidar
que están en un proceso de reestructuración social. De la
misma manera que el pueblo se rebelará contra un gobierno opresor,
lo hará contra una inversión especulativa y básicamente
estafadora. Inversores no van a faltar en estos países. Y del mismo
continente. |