Democracia
y bienestar económico
por Miguel
Angel Alcántara Santillán
malcantara@lamolina.edu.pe
El año pasado
acudimos en el Perú a una pública discusión entre
los entonces presidente del Congreso y primer ministro, Víctor Joy
Way y Javier Valle Riestra, respectivamente, respecto a qué era
prioritario: combatir la pobreza o garantizar los derechos humanos. Tal
discusión pudo haber dejado la errónea impresión de
que los temas socioeconómicos (pobreza, empleo, distribución
del ingreso, bienestar) pueden ir desligados de los temas políticos
(robustecimiento de las instituciones, descentralización, autonomía
de entes regionales y locales, etc.). Nada más falso, dado que para
entender adecuadamente el desenvolvimiento de una sociedad, debe usarse
una óptica totalizadora que capte las interrelaciones entre las
distintas áreas (económica, social, política, cultural,
etc.).
Debemos recordar
que uno de los aportes de Douglas North (Premio Nobel de Economía
1993), fue precisamente el plantear que las esferas de lo económico,
lo social y lo político, están totalmente unidas, correspondiendo
la esfera de lo político a las limitaciones institucionales que
enfrenta un sistema económico. En palabras de North, “la teoría
macroeconómica moderna nunca resolverá los problemas que
confronta, a menos que quienes la practican reconozcan que las decisiones
tomadas por medio del proceso político afectan críticamente
el funcionamiento de las economías”. Las oscilaciones de la Bolsa
de Valores de Lima, por ejemplo, reflejan las actitudes de los inversionistas,
sensibles no sólo a las medidas monetarias o fiscales del gobierno,
ni a las crisis externas, sino también a los acontecimientos políticos
(el recurrente tema de la re-re-elección, cambios ministeriales,
etc.).
En el campo de las
medidas de política social, su eficiencia depende, entre otros factores,
de propiciar la mayor participación de los directamente beneficiarios,
para identificar sus necesidades prioritarias, lo que implica prácticas
democratizadoras en el manejo de las políticas sociales. Por otro
lado, siendo el crecimiento requisito (aunque no condición suficiente)
para superar la pobreza, debe atraerse la confianza de los inversionistas
privados, mediante la estabilidad política y jurídica, lo
cual pasa por el fortalecimiento de las instituciones, el respeto a la
separación plena de poderes, el contrapeso entre los órganos
del Estado reconocido por las normas constitucionales.
Desde otra óptica,
según Robert Erikson, profesor de Sociología en Suecia, la
priorización del tipo específico de problema de bienestar
a resolver, está condicionada al ambiente político predominante.
Para el liberalismo social, que reconoce al mercado como el mecanismo natural
de asignación de los recursos, el principal problema será
la pobreza. En cambio, en un régimen social demócrata, para
el cual el Estado debe corregir las deficiencias del mercado, el problema
es la desigualdad del ingreso.
En el análisis
del Bienestar, uno de los aportes conceptuales es el Enfoque de las Capacidades
desarrollado por Amartya Sen, Premio Nobel de Economía en 1998.
El parte definiendo como funcionamientos las cosas que una persona logra
hacer o ser al vivir (desde lo más elemental, como alimentarse o
estar sano, hasta la autoestima y la integración social). Siendo
la vida una combinación de “quehaceres y seres”, la calidad de vida
“debe evaluarse en términos de la capacidad para lograr funcionamientos
valiosos”. En esta línea, las políticas sociales se entienden
como medidas que coadyuvan el desarrollo de las capacidades de los individuos.
Si esto se logra, se crean condiciones para el crecimiento sostenido en
el tiempo, mediante una estructura institucional más perdurable
y eficaz, “ya que los mercados operan bien cuando están apoyados
también por otro tipo de redes sociales”, en palabras de Klaus Esser
y otros investigadores alemanes. Nuevamente, lo económico y social
resultan integrados a lo institucional o político.
Quien mejor resume
la interrelación planteada es el economista y catedrático
peruano Adolfo Figueroa, quien plantea que una economía capitalista
está en un problema distributivo cuando la distribución del
ingreso, resultante del proceso económico y político, no
es aceptada o tolerada socialmente. Ello origina la ruptura del contrato
social, que lleva a la violencia e inestabilidad social, que en grado extremo
conduce a la inestabilidad política. Aunque el origen de los movimientos
subversivos que asolaron el Perú es exógeno o externo al
proceso económico, su expansión puede ser explicada por el
aumento de la pobreza y la falta de oportunidades económicas, sobre
todo en el interior del país.
Por tanto, democracia
económica está entonces íntimamente ligada a la democracia
política. El logro del bienestar social, de la equidad, exige que
los agentes económicos tengan “igualdad de oportunidades” (para
la educación, la salud, etc.). De esta manera se puede dinamizar
la movilidad social, para compensar la natural fragmentación y desintegración
social que son consecuencia de la mayor competitividad y la reducción
de espacios de intereses comunes, promovidas por el proceso de globalización
económica.
Por último,
si examinamos el funcionamiento del mercado de trabajo, se puede también
identificar nexos políticos en las relaciones laborales. Los sindicatos
han sido considerados agentes poderosos en el tránsito de los países
de Europa Central y del Este a una economía social de mercado. La
OIT por ello ha planteado que a pesar de los cambios provocados por la
globalización y la liberalización de los mercados, los sindicatos
siguen cumpliendo tres funciones básicas: democrática, social
y económica, siendo la primera “dar la palabra en la vida profesional
a todos los que trabajan o quieren trabajar”.
En conclusión,
no debe perderse de vista el análisis integral de la sociedad. En
caso contrario, será más difícil resolver los problemas
socioeconómicos de los países latinoamericanos. |