España
¡Telefónica es una empresa sin alma!
por Gema Castellano




¡Telefónica es una empresa sin alma! Así la ha definido el señor Domenech, presidente de Telépolis, en una magnífica entrevista concedida a La Brújula. Debo reconocer que me ha impactado la frase, tanto por su carga emocional como por su belleza sintáctica, aún cuando las connotaciones de su significado distan un abismo de la acertada estética de la composición ¡Felicidades señor Domenech! Yo habría dado una de mis teclas, a cambio de que mis torpes neuronas hubieran tenido la brillantez de decir tanto y tan amargo, con tan pocas palabras y tan bella frase.


¡Así es! Nadie podría haberlo definido mejor. Telefónica es una desalmada en su fondo y en su forma -y permitidme vulgarizar la frase para poder seguir refiriéndome a este monopolio, ya que me resulta muy difícil asociarlo a lo estético-, y así viene demostrándolo con las intenciones de sus actos y la manera que tiene de maquillarlos. Podría haberlo hecho bien y ceder a las justas reivindicaciones de los usuarios de Internet, con lo que difícilmente hubiéramos levantado la voz, a no ser para ensalzar la solidaridad y el compromiso de una empresa para con el desarrollo tecnológico del país, y el bienestar y defensa de las libertades del contribuyente, -somos así-,   pero ¡claro! ¿qué necesidad tiene Telefónica de hacer esas concesiones cuando el gobierno le ha ofrecido total inmunidad para realizar cuantos abusos le venga en gana?


¿Porqué iba a dejar de ganar una peseta aún cuando debe invertir miles de millones en publicidad para lavar su maltrecha imagen, que le sirven al
mismo tiempo para equilibrar un IVA que le pagamos nosotros? ¡Además!,
esto hubiera demostrado sensibilidad y compromiso social, algo que los
poderosos confunden con un signo de debilidad, en tanto en cuanto basan su imperialismo en el sometimiento de las masas y la anulación del individuo. Telefónica no necesita caernos simpática, ofrecer un buen servicio al mejor precio, ni mucho menos, conformarse con los dividendos que le permitan obtener las leyes del libre mercado. Ella no tiene competencia. Impone su propia ley.


No tiene alma. Como nos ha demostrado no tenerla el gobierno, al igual que sus presidentes y amigos de la infancia, que parecen  haberla vendido a cambio del cumplimiento de una ambición. Muchos eran los que confiaban en que Aznar se solidarizara con la necesidad social de entrar de lleno en el progreso tecnológico, y pocos éramos los que desde el principio lo hemos dudado, basándonos en una cuestión ideológica.


Pues bien. Mientras nuestro premier se pasea de comunidad en comunidad autónoma pregonando las hazañas conseguidas durante su mandato, alardeando de una bonanza económica que los ciudadanos todavía no hemos saboreado y asegurando que toda Europa está equivocada menos él, su director del Departamento de Asuntos Sociales -Alfredo Timermans del Olmo- ha tenido a bien contestar a una carta de la Asociación de Internautas, donde se le exigía al presidente la instauración de la tarifa plana. No la ha contestado él mismo, no vaya a ser que algún día en alguna campaña electoral deba especificar que nunca se definió en el tema, y ha delegado responsabilidades en este departamento, que ha conseguido decepcionar a todos los que hemos leído la misiva.


“Como usted sin duda conoce, el gobierno se halla inmerso en una
profunda liberalización de las telecomunicaciones españolas. Uno de los objetivos de este proceso es el crear un mercado abierto a la competencia que permita disponer a los ciudadanos de una mayor oferta
de servicios a unos precios cada vez más reducidos”. La profunda liberalización a la que Timermans hace alusión, no es más que la cesión de unas infraestructuras que pertenecen al pueblo, por parte del gobierno, a una empresa que seguirá actuando a su libre albedrío mientras tenga en su poder estas infraestructuras y todas las  empresas que deseen entrar a competir, deban fijar sus precios con respecto a lo que Telefónica quiera cobrarles por utilizar unas líneas, regalo personal de nuestro presidente a Villalonga, a cambio de vete tu a saber que favores y que,  -repito- son propiedad del contribuyente. Así pues, en España, la liberalización está aún por llegar ¡Y sigue el demagógico razonamiento!: “Desde enero de 1996 en que el Ministerio de Fomento impulsó la creación de Infovía se han incorporado a la red miles de nuevos usuarios. El marco transitorio así diseñado ha permitido la utilización de tarifas de acceso a Internet que se cuentan entre las más baratas del mundo”.


El hecho de que se hayan incorporado miles de nuevos usuarios a la red, corresponde a la lógica evolución ciudadana hacia una sociedad de la información, que Telefónica y el gobierno están negando al ciudadano. Esta necesidad es tan patente y perentoria que, pese a la oposición de los poderosos y a una Infovía obsoleta y de pésimo funcionamiento, el pueblo sigue apostando por Internet.


Con respecto al coste de las tarifas, habría que recordar a este señor que seguramente ya tiene su salario europeizado, que el sueldo de cualquier trabajador español haría el ridículo en comparación al de cualquier ciudadano europeo, y no digamos norteamericano. Así que creo que todos le agradeceríamos que en este tema no hiciera agravios comparativos, que le obligarían a tener que dar muchas explicaciones en materia salarial ¿O se cree Timermans que Renault -por ejemplo- cerró su fábrica de Vilvoorde ( Bélgica ), porque les gustaban el sol y los toros? Habrá que recordarle que lo hicieron porque el salario del trabajador belga era muy superior al del español. Las tarifas españolas tanto en transmisión de voz como en la de datos son abusivas y presuntamente ilegales. Al igual que están sometidas a los caprichos de un monopolio y no a la libre competencia.


Timermans termina diciendo : “La definitiva liberalización que tendrá lugar el 1 de diciembre del presente año hace imprescindible el modificar este escenario. En la actualidad el Ministerio de Fomento, la Comisión del Mercado de las telecomunicaciones y los operadores están diseñando un nuevo marco”.


En realidad no se trata tanto de modificar el escenario; sino de rectificar el grave error en el que se basó la liberalización y que impide e impedirá que en España podamos gozar de un libre mercado de ofertas tarifarias, ofrecidas por cuantas grandes, medianas o pequeñas empresas quieran entrar a competir por este servicio. Intuimos que Timermans nos habla de una liberalización a la manera del gobierno y Telefónica, es decir, todas las empresas deberán pagar a ésta última por utilizar las líneas del contribuyente, y este último será el que nunca podrá gozar de tarifas baratas, ya que las competidoras no tendrán margen de descuento ¡NO! Eso no es liberalización. Eso es especulación y presunta apropiación indebida de nuestras infraestructuras ¡Más demagogia!


“El gobierno tiene un gran interés en el desarrollo de la sociedad de la información. Por estas razones quiero transmitirle la seguridad de que todas las demandas serán tenidas en cuenta, con el fin de conseguirlo”. Si hay algo que produce verdaderas reacciones alérgicas a este gobierno es la libre información. Esto está ya más que demostrado, así como su afán de utilizar los medios comprados por Telefónica como vía de desinformación hacia el ciudadano.


La filosofía del mutismo, tan correctamente utilizada tanto por Villalonga como por nuestro premier -que nunca sabe y nunca contesta sobre temas que no sean los de España va bien- no corresponde a ningún interés por el desarrollo de una sociedad informada, sino todo lo contrario. Esta afirmación de Timermans me parece un insulto a la sociedad en general, y una falta de respeto a la inteligencia del ciudadano.

¡Ahora ya sabemos que estamos solos! Y el futuro no puede esperar.
Necesitamos un gobierno que apoye a la sociedad y no sólo al gran capital.


Que las grandes empresas puedan permitirse, a costa del sacrificio económico de todos los contribuyentes, realizar inversiones especulativas aquí y al otro lado del Atlántico, no quiere decir que España vaya bien. Y tanto abuso tiene un límite.


En nuestro voto está nuestra la fuerza ¡Que no nos engañen!.

 
 
 
 
 
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 AILA